El mes pasado reflexioné sobre la Iglesia como Familia de Dios. Tenemos que pensar no sólo en las parroquias como familias, sino en las múltiples parroquias como familias extendidas o “Familias de Parroquias”, a medida que pasamos del mantenimiento a la misión. Faros de Luz es un medio para canalizar nuestros recursos de la manera que mejor sirva a la misión de la evangelización.
¿Cuáles son las características de una comunidad evangelizadora? En primer lugar, somos una Iglesia en salida. Somos misioneros. Salir exige abandonar con valentía nuestra zona de confort. En una entrevista en 2013, el Papa Francisco dijo:
“En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor”.
En segundo lugar, la comunidad de discípulos misioneros muestra iniciativa. La palabra primerear capta esta idea de ser proactivo en lugar de reactivo. En Evangelii Gaudium el Santo Padre escribe:
“La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos”.
Aquí, en la Arquidiócesis de Cincinnati, no podemos permitirnos esperar a que la gente venga a nosotros; más bien, debemos tomar la iniciativa y convertirnos en ”emprendedores espirituales”.
En tercer lugar, la comunidad evangelizadora está comprometida con sus miembros. El Papa Francisco utiliza a veces la palabra balconear, que significa asomarse al balcón para ver lo que ocurre sin comprometerse personalmente. El Papa propone a Jesús como lo opuesto a este tipo de personas:
“Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: ‘Seréis felices si hacéis esto’ (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”.
El sacerdote no puede hacerlo todo. Debe animar a su gente a participar identificando y utilizando los talentos y dones de su rebaño.
En cuarto lugar, una comunidad de discípulos misioneros acompaña a otros. En un discurso en Asís en 2013, el Papa Francisco dijo:
“Lo repito a menudo: caminar con nuestro pueblo, a veces delante, a veces en medio y a veces detrás: delante, para guiar a la comunidad; en medio, para alentarla y sostenerla; detrás, para mantenerla unida y que nadie se quede demasiado atrás, para mantenerla unida”.
Un padre de familia debe guiar a su familia, pasar tiempo con ella y ofrecerle ánimo, manteniendo a la familia unida. El acompañamiento implica guiar, animar, apoyar y unir. El párroco como el pastor debe liderar el proceso, acompañando a los suyos, conociendo sus alegrías, penas, esperanzas y necesidades, y ofreciendo ánimo. Esto exige escuchar y empatizar por su parte. Al mismo tiempo, la comunidad parroquial camina con él, y cada miembro desempeña un papel en el fortalecimiento de los demás, sirviendo como puentes, en lugar de barreras, en un esfuerzo unido para evangelizar.
En quinto lugar, la comunidad evangelizadora es fecunda. Comentando la parábola de la cizaña y el trigo, el Santo Padre dice:
“La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados”.
La fecundidad exige discernimiento y paciencia. La parábola de la cizaña y el trigo habla de discernir lo que es del Hijo del Hombre, que siembra buenas semillas en el campo, de la cizaña, sembrada por el diablo. En griego, la palabra para cizaña es zizania, que se refiere a la hierba de centeno. Zizania se parece inicialmente al trigo, pero sólo cuando está madura se puede discernir la diferencia. Jesús advierte de la necesidad de tener paciencia y discernimiento porque las cosas no siempre son claras al principio.
La paciencia y el discernimiento nos permiten avanzar. Es especialmente necesario que todos nosotros ayudemos a los fieles a comprender la razón del proceso Faros de Luz y a aceptar la realidad del cambio.
La última característica de una comunidad evangelizadora es la alegría. La Eucaristía es el sacramento de la alegría cristiana. En la Eucaristía, la alegría conquistada por Jesús no sólo se conserva y se comparte, sino que perdura. La Iglesia celebra la Eucaristía con el gozo nupcial, como la comprometida a Cristo. Es un anticipo del banquete celestial.
Las Familias de Parroquias, alimentadas por la Sagrada Eucaristía, tendrán la valentía de salir, de tomar la iniciativa, de comprometerse y de acompañar a los demás para que den frutos duraderos. Serán comunidades evangelizadoras, marcadas por la alegría que proviene del Evangelio y de la Eucaristía.